La huella de carbono está suponiendo para muchos ámbitos una útil herramienta para mejorar la gestión empresarial de una organización, tanto para optimizar los procesos productivos o la prestación de servicios, traducidos en algunos casos en importantes ahorros económicos, como en la minimización de gases efecto invernadero (GEI), con las importantes implicaciones que ello supone a nivel ambiental.
Las tendencias dentro de la Unión Europea es a considerar la huella de carbono como un elemento que permita generar un mercado de productos y servicios de reducida generación de carbono, dando respuesta a las demandas surgidos de los objetivos y compromisos alcanzados de la reducción de GEI, especialmente en sectores difusos.
No obstante, aún existen muchos retos tanto en las metodologías más apropiadas a aplicar en cada ámbito, el grado real de comparabilidad y la adecuada interpretación y comunicación de la huella ecológica a la sociedad, tanto dentro de los sectores empresariales como a la sociedad en general.