Tal vez no desaparezca el automóvil, pero sí el coche que conocemos actualmente. Ya lo dice el libro blanco del espacio único europeo de transporte de 2011, en el primero de los cuatro objetivos que la Unión Europea se marca para 2050: deben desaparecer de las ciudades todos los automóviles de combustible tradicional. Y vistos el desarrollo lento y caro de los automóviles eléctricos o de hidrógeno, y la inminente llegada del pico de extracción del petróleo (hasta Repsol YPF lo reconoció públicamente en 2005), no es aventurado vaticinar un gran descenso en el uso del transporte basado en combustibles fósiles. El urbanismo, en particular, y la ordenación del territorio, en general, deben afrontar sin dilación este importante reto, que pronto hará inviable el colonizador modelo de ciudad difusa basada en la zonificación o segregación de usos dispersos en el territorio, absolutamente dependiente del oro negro.
El País Vasco, a pesar de su relativa compacidad demográfica y urbana, por supuesto, no es ajeno a este problema, por lo que urge una redacción de la hoja de ruta que ayude a afrontar a Euskadi un escenario sin petróleo barato, es decir, una Post Oil Euskadi. Una nueva Post Oil Euskadi cuya clave será el modelo urbanístico, ya que del sistema de asentamientos urbanos se deriva, en gran medida, la racionalización del consumo energético y de la movilidad. La nueva Post Oil Euskadi estará caracterizada por el cumplimiento de una serie de indicadores y condicionantes que cuantificarán y objetivizarán su nivel de dependencia del petróleo: segregación de usos, compacidad, continuidad, densidad o huella ecológica serán los baremos que, frente a la actual preponderancia del Producto Interior Bruto, medirán el grado de bienestar de esa próxima e inevitable Post Oil Euskadi. Cuanto antes se imagine, mejor se organizará.