Hasta mediados del siglo pasado la ciudad se definía como lo opuesto al campo, expandiéndose de manera continua y compacta, pero quedando funcionalmente relacionada con las actividades de la periferia y el campo, donde se producía su abastecimiento y deglutía su entropía. El verde en la ciudad no era más que el afloramiento controlado de la naturaleza, una operación estética símbolo del control de la ciudad sobre su territorio.
Hoy, el desarrollo neocapitalista y la forma dispersa de expansión urbana han dado lugar a un nuevo modelo que ha ocupado de manera indiscriminada toda superficie disponible, dificultando así su control y otorgado automáticamente al verde un nuevo valor añadido: ya no es solamente un elemento decorativo, sino un factor de Sostenibilidad en todos los sentidos (ambiental, social y productivo). Por lo tanto, el reto de cada ciudad radica en reconfigurase para albergar esta nueva función del verde y hacerla compatible con sus tejidos y actividades productivas; en revisarse bajo el paradigma vigente de la Ecología, la Sostenibilidad y los derechos sociales.
En Sevilla, con los bordes abiertos hacia su enorme área metropolitana (4.536m2, la cuarta de España) y su Conjunto Histórico como única área de centralidad, una de las vías de actuación la encontramos en otra área contigua a la primera que aún no se ha puesto en valor a pesar de que aglutina suficientes factores históricos, sociales y económicos: La Centralidad Verde de Sevilla, entendida como el enorme macizo verde determinado por el conjunto de Jardines Históricos declarados BIC (Jardines del Alcázar, Jardines de Cristina, Jardines de Murillo y Parque María Luisa) y sus áreas verdes aledañas (Jardines del Prado y Parque de Las Delicias en la margen del Guadalquivir); que según el PGOU vigente en el futuro continuará por los Gordales y el gran parque metropolitano de Tablada respondiendo a la demanda proveniente del Aljarafe.
Sin embargo, esta 'centralidad verde', tanto en la memoria colectiva como en el reconocimiento y gestión, se halla fragmentada y desvinculada del río, generando insostenibilidad. El estudio que hemos realizado a través de un exhaustivo análisis de su compleja realidad edificatoria, viaria, espacial y vegetal, aborda precisamente la responsabilidad social en la protección de los elementos naturales no renovables de la vida, proponiendo un conjunto de directrices de diseño, protección y gestión. Una iniciativa dirigida a incentivar la eficacia y mejorar la gestión para sacar más provecho de los recursos que se tienen. A Sevilla le conviene hacerlo. La ciudadanía así lo demanda.